Las piernas


-No, te he dicho que aún no. No vamos a reconocer una mierda. No, escucha, escucha, sí, ya, pero… -No para de mirarme, con esa cara de tonto. Joder, menuda pinta de retrasado que tiene-. Mira, si hacemos ahora una rueda de prensa, estamos muertos. Muertos…
El puto subnormal sigue mirando. Me está poniendo nervioso. Con esos ojos, que miran al vacío, pero a la vez te observan.
-Que no, si reconocemos que los síntomas están asociados al medicamento, no tendremos nada que hacer… Espera, tengo otra llamada. Un segundo. Ah, hola, cariño, sí, sí, claro, cómo se me va a olvidar. Sí, el partido del niño. Sí, a las siete. Que no, esta vez iré. Sí, sí, llegaré a tiempo… Oye, estoy ocupado, tengo un asunto importante en la otra línea. Sí, venga, hasta luego… Perdona… ¿Hola? - Mierda, se ha cortado.
Bueno, al menos se ha girado. No aguanto esa cara de bobo. Otra vez. Esos ojos, abiertos, inexpresivos, mirando fijamente. Además, parece que le cae un hilillo de baba de la boca.
-Sí, ya… La cobertura, supongo, sí, sí, mucho diseño y luego… Bueno, tú exponlo en el Consejo… Defiende la postura -Joder, vaya frenazo. Menudo conductor de mierda-. ¡Ey!, perdona… ¿Qué dónde estoy? En un autobús… sí… No te rías, es en serio… Nada, que se me ha averiado el BMW…  Sí, ya… Pues me llamas cuando salgas… Vale, ciao, hasta luego.
-¿Siempre tienes que estar enganchado al móvil?
-Querida, no me jodas. Tú eres peor. Menudo día, ¿eh? Se te estropea de golpe el iPhone y el Mercedes. Seguro que están medio locos, en tu oficina, intentando localizarte. La próxima vez te paso a recoger yo. Llegamos tarde.
-Bueno, mi secretaria me dijo que la reserva de la habitación era hasta las doce. Y por cierto, él no te estaba mirando a ti. Estaba mirando mis piernas.

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