Oxígeno
Todo el que puede contener un piso de setenta metros
cuadrados, de dos metros y medio de altura, o sea, ciento setenta y cinco
metros cúbicos. A esto hay que restarle, tirando alto, un diez por ciento de
volumen ocupado por muebles, puertas y trastos. Ciento cincuenta y siete coma
cinco. Teniendo en cuenta que el aire contiene un veintiún por ciento de
oxígeno, tenemos un total de treinta y tres metros cúbicos (despreciando los
decimales aquí).
Calor
No mucho. Según la Agencia Estatal de Meteorología, unos doce
grados de temperatura, en la ciudad que habito, en el día y la hora estimada en
que se desencadenó, aunque, para estas fechas, por encima de la media, si no
dejamos de lado que nos encontramos en pleno invierno.
Combustible
El televisor de cuarenta y seis pulgadas. Las cortinas. Los
libros. La colección entera de posavasos (más de tres mil ejemplares). Los
cedés. Los vinilos de la infancia y de la juventud. El portátil. La copia de
seguridad del portátil con diez años de trabajo. El sofá. La cama. La mesa. Las
sillas. Las fotos de toda una vida (la mía). Las fotos de todas unas vidas
(hasta cuatro generaciones de la familia). Las joyas de la abuela. Las
reliquias del abuelo. Los trajes. Las camisas. Las chaquetas. Toda la ropa. Las
cartas de mi novia alemana de la adolescencia. Y hasta la puerta principal, que
se dobló sobre sí misma. Una vida de mierda.
Algo más
De cincuenta a cien mil euros, pagando la prima anual más
alta. Bendito triángulo.