03:00 AM. Salgo a toda prisa de casa con los párpados
cosidos, la corbata sin anudar y el gusto empalagoso de un café con leche
recalentado en el microondas.
03:35 AM. Ya en la comisaría, los agentes me llevan
hasta mi cliente. El tipo es incapaz de hablar (o balbucear) debido al grado de
intoxicación etílica. Presuntamente, ha reventado, él solito, tres bares
aquella misma noche, persiana y candado incluidos.
03:40 AM. Vomita en mi camisa, pantalón y zapatos.
06.00 AM. De vuelta a casa, el cachivache que conduzco
(entre el pago tardío de la Administración y la deuda con el banco, no llego a
más) me deja tirado en mitad de la nada, mientras en la radio el Decano valora
la reciente dimisión del Ministro de Justicia.
09.00 AM. Incapaz de dormir, me pregunto qué me
depararán las trece horas que me quedan aún de turno.